Resumen:
Las generaciones precedentes denuncian la apatía de las nuevas, mientras cada vez más voces de la sociedad reclaman un cambio generacional para oxigenar la política. Si bien es un reclamo legítimo, el descrédito de los partidos y la reiterada corrupción del poder, junto con una muy débil educación ciudadana y un imaginario que privilegia el éxito personal antes que el colectivo, hacen de esta una ilusión cada vez más lejana. Tampoco es trágico. Aparentemente, las formas tradicionales de “hacer política” como la militancia partidaria- se esté reinventando en otros términos dando lugar a otras maneras, distintas y distantes, que sin embargo también deben ser entendidas como formas legítimas de participación.