Resumen:
“Si la gente supiera de política tanto como de fútbol, sería invencible” es una frase que en estos tiempos (futbolísticos) vuelve a circular. Allí se evidencia la división entre el entusiasmo de los creyentes y la sospecha de los agnósticos; entre la esperanza de los hinchas y la acusación de alienación. No es un secreto que durante muchos años la academia acusara al fútbol de ser el opio del pueblo, una estrategia de poder para controlar a la gente cuya finalidad era la distracción de los acontecimientos fundamentales. Fue esa miopía académica la que pasó por alto que en el deporte no solo se juegan las reglas de una disciplina, allí se reconstruyen las formas de vida de una sociedad. ¿Puede influir el comportamiento de una sociedad en la estrategia táctica con la que juega una selección nacional? En principio, esta propuesta resultaría inviable debido al planteamiento diferenciado que cada entrenador propone. Sin embargo, luego de varias décadas con resultados semejantes resulta tentador someterlo a examen.