Resumen:
El lugar común para todo limeño es afirmar que nuestra ciudad es un caos; una metrópolis sin ley, sin respeto, y en donde todos pareciéramos andar a la deriva. Sin duda, una lectura sensata a la luz de las constantes violaciones a las reglas de tránsito. Sin embargo, examinemos el diagnóstico. ¿Puede ser Lima una ciudad en la que, a pesar de lo que vemos a diario, existe un respeto a un tipo de convivialidad? Aunque parezca contraintuitiva, la respuesta es sí. Existe un modo de sociabilidad común que no es ajeno a ningún limeño y que sirve como un manual de instrucciones imaginarias para abrirnos campo tanto en las pistas como en la vida cotidiana.